El Mar Mediterráneo se está convirtiendo en un caldito

Luisondome

El mar Mediterráneo se está convirtiendo en un caldito

Con lo que se agradece que el agua del mar esté fresquita cuando nos damos un baño, y así podamos rebajar la temperatura del cuerpo, que podamos refrescarnos cuando el calor aprieta, sobre todo en las horas centrales del día. Que el agua del mar esté por encima de los 30ºC no nos ayuda mucho, y hace que el baño no sea tan apetecible. Pues esto está pasando sobre todo en la Costa Mediterránea.


Greenpeace avisa de nuevo. La ONU ya ha advertido que la era del calentamiento global ha terminado, para dar paso a la era de la ebullición global. Y los termómetros no alcanzan temperaturas récord solo en tierra, también en el mar, donde la temperatura del agua se ha disparado.

 

El mar Mediterráneo es una de las regiones más calientes del planeta —el pasado mes de julio llegó a alcanzar los 30 ºC— y amenaza con convertirse en una sopa, porque se calienta un 20% más rápido que la media mundial.

 

Según los expertos, este calentamiento tendrá un impacto devastador en los ecosistemas marinos, posibles impactos de lluvias torrenciales y las famosas gotas frías o DANAs y, al mismo tiempo, retroalimentan las olas de calor en tierra.

 

Esto es debido a que los océanos absorben y acumulan el calor, cumpliendo una labor imprescindible en la lucha contra el cambio climático. La vida marina que habita en ellos se encarga de capturar el carbono en la superficie y almacenarlo a gran profundidad. Sin este servicio esencial, nuestra atmósfera contendría un 50% más de dióxido de carbono y la temperatura del planeta sería tan alta que se volvería inhabitable.

 

Las consecuencias de este aumento de temperaturas ya están siendo letales para la vida marina: 

  1. Los peces (y otras especies) se van: cada especie marina está habituada a unos rangos de temperatura del agua para poder sobrevivir. Si se exceden esas temperaturas se desplazarán a zonas de aguas más frescas, alterando su distribución geográfica. 
  2. Las especies que no se mueven, se mueren: desgraciadamente, muchas especies no tienen capacidad de movimiento o es muy limitada (como aquellas que viven en rocas o la arena) y no pueden ir a otras zonas, provocando mortandades masivas. Por ejemplo, el aumento de la temperatura podría estar detrás de los tres episodios de mortandad de navajas en la playa de A Lanzada (Pontevedra). 
  3. Las aves y otras especies se quedan sin alimento: que haya especies que se desplacen o mueran acaba teniendo un efecto en cascada en las que se alimentan de ellas y que ven cómo desaparece su fuente de alimento, como por ejemplo las aves marinas.
  4. Más especies invasoras: el aumento de la temperatura del agua permite que las especies de zonas más cálidas encuentren ahora en nuestras aguas las condiciones idóneas para vivir, con el problema de que pueden desplazar a las especies nativas. 
  5. Más enfermedades: el aumento de la temperatura también puede favorecer la aparición y expansión de enfermedades que afectan a las especies marinas, añadiendo un nuevo ingrediente que afecta a su supervivencia. 
  6. Menos posidonia: la joya del Mediterráneo, los bosques submarinos de praderas de posidonia, que almacenan 20 veces más CO2 que los bosques terrestres, ven aumentar su mortalidad exponencialmente por la entrada de especies invasoras y las condiciones del agua.
  7. Algas tóxicas: ciertas especies de algas liberan toxinas al agua. Con el aumento de la temperatura crecen con más intensidad y aumenta la cantidad de toxinas que pueden provocar la muerte de especies por contacto directo o al entrar en la cadena alimentaria. 
  8. Menos peces, menos pesca: si las especies de interés pesquero se desplazan o mueren, el impacto sobre la pesca es muy negativo, especialmente para los barcos artesanales que tienen menos posibilidades de buscar nuevas zonas de pesca. 

 

Pero aún estamos a tiempo de actuar para que las consecuencias no sean terribles e irreversibles, tanto en mar como en tierra, y podamos recuperar un Mediterráneo que hasta el momento sigue siendo sano para poder vivir y disfrutar de él, pero que por este camino llegará un día en que deje de serlo. La pérdida sería enorme, y no solo para los ribereños, sino para el turismo que se acerca a sus costas, la principal fuente de ingresos de los países bañados por sus aguas, ingresos que pueden verse comprometidos.


Fuente: Greenpeace

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