La COP 26, los seres humanos y el planeta que se extingue
Imagen de Gustavo Basso |
Por Luis Domenech
Los seres humanos no tenemos remedio, y lo peor de todo es que nuestro planeta tampoco lo tiene por nuestra culpa.
El hombre huye del fuego que el hombre provoca. Los humanos envenenamos la tierra y nos envenenamos nosotros con los venenos con que fertilizamos estas, y bebemos las aguas que son contaminadas por esos mismos venenos. Respiramos un aire con cada vez menos oxígeno y mas humos contaminantes que nosotros mismos producimos y nos ahogamos con el.
Para alimentarnos, acabamos con los escasos peces que quedan en los océanos y los mares hasta que los hagamos desaparecer del todo. Deforestamos territorios selváticos enteros para plantar soja y palma, aquello con que alimentamos el ganado en mega-granjas que contaminan suelos, ríos, aguas subterráneas y el aire, para que unos pocos se llenen los bolsillos de dinero.
Nos alimentamos con ultraproesados atiborrados de química y envueltos en plástico que nosotros mismos fabricamos, y que acaba en los océanos. Llenamos el espacio de basura espacial, y nuestra mierda no llega mas lejos, porque no tenemos manera de llegar para poder convertir el universo entero en un vertedero de basura, que si no contaminaríamos hasta los agujeros negros.
No tenemos remedio. Comienza la COP 26 en Glasgow, y ¿alguien piensa que lo que allí se hable va solucionar algo? La mierda somos nosotros: la raza humana. Si nosotros no existiéramos, el planeta estaría como hace 1 millón de años. Esa es la pura verdad. Ni mas, ni menos.
Nadie sería capaz de acabar con la existencia de la raza humana, salvo nosotros mismos, o un meteorito que se estrellara contra el planeta.
¿Quien o que nos va a salvar de la extinción, si nosotros somos incapaces de hacerlo?
120 años han bastado para joder al planeta, pero harán falta 100 veces mas de años para que este se recupere del daño inflingido por el hombre. ¿Es pesimismo?, no. Es realismo, pues repaso nuestra historia como especie, y he de confesar en primer término que yo formo parte de la jauría, pues me sigo subiendo a los coches, sigo comprando carne picada envuelta en plástico, sigo comiendo del poco pulpo que queda en nuestras costas, comprando los tomates cultivados producidos en los invernaderos de la huerta industrial murciana, y solo se me ocurre el escribir estas lineas para entonar el mea culpa, y con propósito de enmienda. Veremos si soy capaz.
Entre tanto, en estos días se reunirán los líderes mundiales en la COP26 a celebrar en Glasgow. Veremos a Joe Biden como se traslada por la cuidad en su superlimusina Cadillac One, también conocida como La Bestia, que ha de ser la mas contaminante del mundo, pues mover una mole que pesa mas de nueve toneladas, no se hace quemando un único litro de combustible. Veremos al resto de los líderes desplazarse en sus supercoches contaminantes, Mercedes, Audis y Jaguars com motores de 8 u 12 cilindros, acompañados de sus escoltas motorizadas en largas caravanas. Todo un anacronismo para asistir a un evento par acordar medidas contra la contaminación, y podremos comprobar si alguno de ellos a decidido que su coche oficial fuera eléctrico y no contaminante, para dar ejemplo.
Como esto no ha de ser así, ojalá me equivocara, yo les animaría a que se desplazaran montados en lustrosos corceles, pues lucirían mas y contaminarían menos. El es tiempo del blablabla, de las poses de lideres para la foto en el fotocall, de las cenas oficiales y los grandes titulares en los diarios del mundo.
Pasado este tiempo, los líderes regresarán a sus respectivos países, y la cumbre pasará a la historia olvidada en el minuto siguiente a su final. Las políticas gubernamentales seguirán siendo las mismas, la economía capitalista seguirá en sus trece, perseguir el dinero que aún no está en sus arcas, mientras que el aire seguirá llenándose de humo, los océanos continuarán acumulando plástico, nosotros seguiremos engullendo los pocos peces que quedan en los mares, y los recursos planetarios se agotan. El mundo continuará con su orgía consumista, que solo parará cuando ya no quede nada que consumir. Así ha de ser, porque nadie ha podido ni ha querido evitarlo.
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